martes, 24 de marzo de 2009

Pasando La Palabra


“Por un lado estamos quienes respetamos y practicamos los códigos y los valores que aprehendemos en nuestras familias y en las excelentes escuelas y liceos (…).Y por otro lado, están físicamente próximos, pero mental y espiritualmente lejanísimos, quienes creen en códigos y valores diametralmente opuestos. Y los practican. Entre los que se encuentran el de la violencia, la iracundia, el desprecio por las normas – cualesquiera sean – y el odio a todas las formas de autoridad.(…)
De un lado está la mayoría que integramos todos los uruguayos sensatos, que cree en el Estado de Derecho…Y, por otro lado, están las minorías radicalizadas y violentas, acompañada y consentidas por los dirigentes y militantes sindicales, que detestan el Estado de Derecho y la autoridad gubernamental”

Asi se expresaba el diario El País en su Editorial del día 14 de diciembre de 2008 titulada “Los nuevos anarquistas”, en relación a la protesta realizada en el parlamento ante la aprobación de la ley de educación.

Dejando de lado las lamentables consideraciones de la editorial que califica de energúmenos a los protestantes y los compara con barras bravas, es interesante analizar las distintas visiones de lo que podría llamarse izquierda radical.

Si bien podría poco importar ya que surge de un medio de prensa de derecha identificado con el Partido Nacional, esta visión de la izquierda radical parece estar en cierto grado difundida en la gente.

Teniendo en cuenta que estamos en un país donde parlamento es sinónimo de democracia, ¿de qué forma quienes siendo defensores de la democracia directa y contrarios a la representatividad parlamentaria somos vistos como antidemocráticos por la gente?

Claro está que el poder de comunicación que tiene la derecha no tiene punto de comparación del de la izquierda radical. No son solo generadores de opinión a través de los medios masivos de comunicación, sino también a través de los instrumentos de defensa del Estado de Derecho defensor de la propiedad privada, de la explotación, de la pobreza legal y de la inmunidad de asesinos y torturadores.

Intentando ir un poco más allá de la visión típica de la comunicación dinero-medio de comunicación-pueblo convencido, es que habría que empezar a analizar otras cuestiones tales como la forma en la que la izquierda radical comunica sus luchas.

Las protestas cada vez menos numerosas y criminalizadas por los medios de comunicación, no parecen ser eficaces a la hora de llegar a la gente y de generar movilización popular. Los actos entre militantes, las reuniones discursivas para militantes, los lenguajes, conceptos, textos para militantes, nos lleva a convertirnos en más minoría perdiendo de vista al otro, a la mayoría, al pueblo.
¿Cuán capaces somos de crear nuevas formas de movilización?

Quizá por nuestra posición de resistencia defensiva ante el sistema, es que a veces solo nos quedemos en la protesta, en la reacción como acción posterior. Yendo mas allá, ¿cuánto de los mundos alternativos propuestos somos capaces de imaginar y construir?
¿Cuántos espacios comunitarios, solidarios somos capaces de construir? ¿Cuán capaces somos de comunicar esas alternativas y de que sean visualizadas como tales?

Chucu Mojo

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