lunes, 19 de abril de 2010

"Plan de Solidaridad e Inclusión Social"

El gobierno apela al fetiche del “voluntariado”

Juan Luis Berterretche y Ernesto Herrera



El 1º de marzo en su discurso de asunción, el presidente José Mujica afirmó que “en este gobierno se promoverá el trabajo voluntario, especialmente en la construcción de viviendas”. Pocos días después, como para reafirmar que el “progresismo” tiene la iniciativa en materia de propuestas, la senadora Lucía Topolansky, anunció el lanzamiento de un “Plan de Solidaridad e Inclusión Social” como forma de “comprometer a la sociedad civil” en él “combate a la pobreza”.


Es difícil prever cual será el accionar y cuáles serán los resultados de un plan gubernamental que pretende reunir sujetos tan disímiles y contradictorios con objetivos tan vagos e imprecisos. Por el momento, sólo se han adelantado algunas ideas confusas y ciertas intenciones empíricas. Los fines serían mejorar las condiciones de vivienda (construyendo baños y cocina donde no haya) en los asentamientos precarios donde, luego de cinco años de gobierno del Frente Amplio, siguen viviendo más de 200 mil personas; al mismo tiempo, actuar sobre las deficiencias en salud, educación y trabajo de “la población vulnerable”. Y aún más: el ministro del Interior, Eduardo Bonomi, ya anunció su intención de apelar al trabajo voluntario para la “recuperación de delincuentes”.


Los protagonistas de esta “patriada” podrían ser tanto individuos aislados (voluntarios, estudiantes universitarios, jubilados, empresarios “con responsabilidad social”); así como grupos políticos (jóvenes frenteamplistas); organizaciones sociales y otras entidades (sindicatos, comisiones de fomento, organizaciones no-gubernamentales, iglesias, clubes deportivos); junto a instituciones del Estado (las Fuerzas Armadas, la Dirección Nacional de Cárceles, las intendencias municipales y las empresas públicas). Es decir, reuniría al Estado con la llamada "sociedad civil", noción neoliberal utilizada por el Banco Mundial y el BID. Como explica Alain Bhir: "Esta noción designa una zona de la práctica social intermediaria entre el mercado y el Estado, campo abierto a las actividades autónomas de los individuos, los grupos afines, las asociaciones, etc., hasta incluir eventualmente a los sindicatos". (1) La noción de "sociedad civil" es parte integral de la representación neoliberal o simplemente liberal del mundo social. En ella se conjuga el fetichismo del mercado con el "accionar" del Estado, constituyendo una complementación. Es, en definitiva, un dispositivo destinado a justificar la dominación bajo el pretexto de exaltar la "autonomía" de los individuos.

Obviamente, la noción de "sociedad civil" no designa solamente una construcción ideológica sino un modo específico de construcción social. Donde el “sueño del pibe” de la conciliación de clases ocupa un lugar central. Esa conciliación se invoca, desde el gobierno, a nombre de las “causas comunes” que a “todos nos unen”. O sea, con la receta infalible para que explotados y explotadores convivan en armonía “moderando” las aristas más agudas de la desigualdad y, de paso, garanticen la “gobernabilidad democrática”.


Mientras la contradicción trabajo-capital se hace más inconciliable y explosiva en todo el mundo por la caída de los salarios, el aumento de la miseria, el desempleo y la precariedad laboral, resultado de las artimañas del capitalismo global; cuando la socialdemocracia internacional - el partido de la armonía trabajo-capital - abandona el “Estado de bienestar social” y abraza el programa neoliberal, el gobierno uruguayo decide que descubrió la fórmula mágica de disolver los antagonismos sociales. Alcanza con juntar Estado, corporaciones patronales, sindicatos, y organizaciones de la “sociedad civil” en un proyecto que genere, según Lucía Topolansky, “en lo inmediato una dignidad básica”. La senadora agrega que “No se trata de un plan de viviendas sino de una gran batalla por la inclusión”; y esclarece: “será conducido por el Estado. Habrá una unidad que lo va comandar, va a decidir en qué puntos del territorio actuar y como se va a organizar al voluntariado” (2)


Por el momento es un plan sin metas precisas: ¿Qué cantidad de población marginada o indigentes se pretende incluir? ¿Cuáles son los objetivos en cada uno de los campos donde se piensa intervenir? ¿Cuáles son los plazos que se atribuyen al proyecto? ¿Qué rol cumplirá el Estado además de conducir el proyecto? ¿Qué cantidad de fondos se invertirán? ¿Qué se pretende que hagan los voluntarios, los estudiantes, los trabajadores, los jubilados?


Por lo confuso del planteo, hasta ahora sólo sabemos que, el estado va a “comandar” y “la unidad coordinadora ira decidiendo en la marcha”. Los “técnicos allegados al gobierno” aseguran que “los zapallos se van a acomodar en el carro.” (3) La imagen, como mínimo, es irrespetuosa con los supuestos protagonistas del proyecto. E indica que hay pocas intenciones de tomar en cuenta las opiniones de quienes se involucren. No se trata de una propuesta para elaborar un verdadero proyecto de inclusión social promoviendo la auto-organización, en donde tanto aquellos que lo impulsan y lo concretan, como los que son beneficiarios de las mejoras, intervienen en la elaboración, la ejecución y la evaluación en todas sus etapas. Es decir, se prescinde de la metodología democrática y se compone una fuerza-tarea que aplique un proyecto paternalista-populista del Estado. Quizá sea por eso que al "voluntario" se le asigne el rol de protagonista.


El “voluntario” es un actor individual a quien le dicen que tarea tiene que hacer y la cumple sin cuestionar, lo que implica entender los problemas sociales como problemas particulares y no estructurales, perdiendo así la dimensión política de la situación y sus causas estructurales. Es decir, los dramas de los desocupados, de los pobres y de los indigentes son resultado de sus propias historias personales no un producto de la injusticia social. Y las soluciones que se les ofrece no se enfrentan al sistema económico ni lesionan los intereses del capital. Por el contrario, mantienen y reproducen las relaciones sociales (capitalistas) en la sociedad.


Al igual que las medidas asistencialistas puestas en práctica por el gobierno de Tabaré Vázquez (Plan de Emergencia, Plan Equidad, Uruguay Trabaja, Uruguay Integra), el “Plan de Solidaridad e Inclusión Social” de Mujica no tiene nada de novedoso. Aunque sociólogos, periodistas y politólogos del campo “progresista” definan estos programas como políticas sociales “posneoliberales”, en realidad se trata de mecanismos de contención social, que no realizan ningún cambio estructural, y que al “comprometer por igual” a sujetos con intereses socio-económicos y culturales antagónicos, impide que los más pobres identifiquen su situación con la explotación. Evidente, estos programas cambian algunas formas de vida, de consumo, de acceso limitado a los servicios públicos, consiguen que la miseria sea menos terrible. Pero no atacan las causas que reproducen cotidianamente la misma pobreza. Al eludir el “conflicto social” (entre clases dominantes y clases dominadas), se desestimula tanto el desarrollo de una conciencia anticapitalista, como la organización de los más explotados. Esos que no tienen ningún sindicato que los acoja y defienda.


El gobierno a través del El Mides (Ministerio de Desarrollo Social) puede inventar nuevas categorías, por ejemplo, “protagonistas” que reciben “prestaciones” en lugar de “beneficiarios”; puede cambiar la denominación de las Ongs y ahora llamarlas OSC (Organizaciones de la Sociedad Civil). Sin embargo, no puede ocultar que los planes asistencialistas (promovidos y financiados por las instituciones financieras internacionales), perpetúan la confiscación de una “ciudadanía plena”. Cientos de miles personas han visto sustituidos sus derechos económicos y sociales. Reciben a cambio una serie de “beneficios” para contenerlos en los enclaves de la más espantosa miseria.


Las transformaciones sociales no son resultado del asistencialismo. Menos de la conciliación social. Son consecuencia de la formulación de exigencias en el seno de los movimientos sociales y de la lucha por esas demandas tanto en el plano social como político. Confrontando el sistema. Las luchas populares en América Latina de los últimos años, por ejemplo, han conseguido importantes avances en la conquista de sus derechos, demandas y libertades, justamente allí donde han construido enormes movimientos social-políticos extraparlamentarios, independientes del Estado, enfrentados al poder del capital y a la dominación de la elites gobernantes.


Voluntariado, pobreza y desigualdad


Cuando la ONU declaró el año 2001 como el “Año Internacional del Voluntariado”, los dirigentes de los países del planeta que imitan las conductas de los mediocres líderes estadounidenses, estaban oficializando globalmente a esa variante del “tercer sector” como una opción privilegiada para “atemperar” las nefastas consecuencias de la política neoliberal en el “mercado de trabajo”.


Como lo dice Ana María Rivas, “El término voluntariado se ha convertido en una palabra fetiche muy solicitada por los buenos resultados económicos, políticos y mediáticos que reporta. Voluntariado se ha convertido en sinónimo de solidaridad, gratuidad, altruismo, generosidad, buena voluntad…términos que han acabado sustituyendo a otros que hace unas décadas constituían el núcleo de los movimientos sociales: militancia, compromiso socio-político, acción revolucionaria, liberación, etc.” (4) Esto es, han barrido sin más con el concepto fundamental de antagonismo, de lucha de clases.


Sin embargo, las estadísticas del propio capitalismo desnudan una realidad que refuta la supuesta capacidad de ese “tercer sector” de mitigar las secuelas del pillaje capitalista. Cuanto más crece el número de personas y asociaciones dedicadas a la ayuda humanitaria y la asistencia de los “excluidos”, cuanto más se actúa en nombre de la solidaridad y del asistencialismo, más aumenta el número de los desempleados y precarizados, de los empobrecidos y desheredados, y mayor es la brecha entre los más pobres y los más ricos del mundo.

En la época donde la solidaridad supuestamente rige la actuación de miles y millones de voluntarios la distancia entre los países ricos y pobres aumenta día a día, por lo que la miseria aparece de forma más cruel al compararla con la riqueza de una minoría. El 40% de la población mundial vive con menos de 2 dólares/día; la esperanza de vida en África Subsahariana es 31 años menos que en los países dominantes, y cada año siguen muriendo más de 10 millones de niños y niñas por causa de la pobreza.


A principios de 2010 la ONU advirtió, que el hambre aumentó "significativamente" y ha batido un récord en los dos últimos años. En un primer capítulo, en 2008, y a causa del aumento de los precios del petróleo, hubo una escalada mundial del precio de los alimentos que incrementó el proceso de hambruna que padecen habitualmente las poblaciones más desprotegidas de Asia, África y América Latina. En un segundo capítulo, con el desarrollo de la crisis recesiva global, ese proceso se agudizó arrojando a más población desposeída a la marginalidad y a la carencia de alimentos para subsistir, aunque sólo sea a escala precaria. Según la ONU, en el mundo ya hay más de 1.000 millones de personas que padecen hambre, la cifra más alta de la historia, y en todo el planeta hay 3.000 millones de desnutridos, lo que representa casi la mitad de la población mundial, de 6.500 millones. (5)


En la década del 60, el 20% más rico de la población mundial poseía 30 veces más ingresos que el 20% más pobre; en vísperas de este milenio esta desproporción aumentó 74 veces. Al correr de la década del 90, el 86% de la riqueza se concentró en el 20% de la población. Los bienes de las 3 personas más ricas del planeta son superiores al PIB de los 48 países más pobres. Las 200 personas más ricas poseen más bienes que el 41% de la humanidad.


Las estadísticas de las instituciones y los organismos de la “comunidad internacional”, demuestran que la creación de “planes de emergencia” y el crecimiento de las Ongs, de las fundaciones filantrópicas patrocinadas por multimillonarios, y en especial del venerado “voluntariado” y su accionar, lejos de disminuir la desigualdad, acompañan su crecimiento y expansión.

La crisis del capital mundializado puso al descubierto las falsedades de la ideología neoliberal. Los que pedían “Estado mínimo” cuando se trataba de garantizar los derechos económicos y sociales de los trabajadores son los mismos que exigieron y obtuvieron “Estado máximo” cuando se trató de socializar las bancarrotas de los banqueros y los fraudes de todo espécimen de especulador financiero. Según la ONU, con menos del 1% de los fondos económicos que han utilizado los gobiernos capitalistas centrales para salvar al sistema financiero global (bancos y empresas que han desatado la crisis económica), se podría resolver la calamidad y el sufrimiento de miles de millones de personas (casi la mitad de la población mundial) que son víctimas de la hambruna a escala mundial. ¿Y por qué no se hace? Por una razón de fondo: los pobres, los desamparados, la "población sobrante", no son un "producto rentable" para el sistema capitalista.


Las antenas repetidoras de las recetas de la Universidad de Chicago, en los ministerios de economía, en los bancos centrales, en las universidades, y en los think tank de todo el mundo, pretenden continuar con el mismo programa anti-humano y anti-planeta. La crisis - hasta el momento - sólo los ha llevado a decorar sus políticas económicas, con fórmulas vacías como “responsabilidad social” “trabajo decente” “economía con baja emisión de carbono y respetuosa del medio ambiente” etc. El concepto de "sociedad civil" y en particular el fetichismo del “voluntariado” son funcionales a la actual cosmética del capital. (6)


Funcional a la dominación del capital


Si los planteamientos del “voluntariado” no atienden a las causas, tampoco las soluciones. La solidaridad acaba en beneficencia cuando el asistido carece del poder para exigir una prestación o una ayuda. En este sentido la diferencia entre beneficencia y solidaridad social está en que, lo que decimos hacer por los pobres, no es una gracia que les otorgamos generosamente, sino que es algo exigible por ellos. Y junto con la solidaridad les ayudamos a organizarse y a luchar por sus derechos.


El otro argumento para defender el “voluntariado” se refiere a los efectos terapéuticos de la acción de solidaridad sobre los propios voluntarios que encuentran un sentido para una vida vacía centrada en el consumismo. El “voluntariado” se manifestaría entonces, en una mejora espiritual al sentirse los voluntarios, útiles socialmente.


El “voluntariado” será bueno para la salud mental de los voluntarios, pero resulta narcotizador para la salud política y moral de las sociedades cuyos gobiernos pretenden erigirse en representantes de la democracia social y política y vulneran los derechos de millones de personas. El “voluntariado” en vez de ayudar a crear conciencia de sus derechos a los desposeídos, desarrolla o reafirma el clientelismo político que cambia votos por asistencia. O promueve la pasividad social y política a la espera de la “ayuda desinteresada” que se otorga con cuentagotas. En resumen, el "voluntariado" es funcional al proceso de acumulación y reproducción del capital. También la supuesta terapia para el propio voluntario es un engaño. Porque con su “voluntariado” no está cambiando el mundo sino ayudando a perpetuar las causas de la marginación y las desigualdades sociales.


En muchos casos, “voluntariado” es sinónimo de trabajo disfrazado, no pagado. Con ello se agudiza la competencia entre los asalariados por las fuentes de trabajo y se abarata el costo de la mano de obra. Los empresarios de parabienes. Por tanto, es un engranaje perverso más de la explotación y la fragmentación de la clase trabajadora. No puede sorprender a nadie bien informado la propuesta del gobierno Mujica. Es coherente y va de la mano con su tan publicitada “reforma del Estado”. Donde productivismo, flexibilidad laboral, "polifuncionalidad", "eficiencia", "responsabilidad", jugarán como punta de lanza en el ataque a los derechos adquiridos. Y, sobre todo, la imposición de la “meritocracia” escalafonaria, esa especie de estajanovismo (7) criollo que pretende terminar, según el presidente de la República, con la crónica “ociosidad del trabajador uruguayo”. Los miles de "voluntarios" que trabajarán gratis, darán el ejemplo de cómo se apoyan las "causas comunes" y "patrióticas". Dejando en evidencia incómoda a los egoístas que sólo piensan en su bolsillo.


Décadas atrás, los sindicatos en Uruguay se opusieron al “trabajo voluntario”, a la producción a destajo, a la realización de horas extras, a los “convenios por productividad”, y a otras tantas artimañas capitalistas que buscan acelerar los ritmos de sobre-explotación de la fuerza de trabajo para incrementar la plusvalía. ¿Continuarán oponiéndose? ¿Retomarán aquellas banderas de lucha? O el PIT-CNT, en aras de su asociación corporativa con el gobierno del Frente Amplio, dejará pasar nuevamente una propuesta contra los intereses y derechos de la clase trabajadora.



Notas

1) Alain Bhir, "Le novlangue néolibérale. La rhétorique du fetchisme capitaliste" (El nuevo lenguaje neoliberal. La retótica del fetichismo capitalista). Editions Page deux, Lausana, Suiza, 2007.

2) Rosario Touriño. "La gran patriada. Alcances y dilemas del Plan de Solidaridad de Mujica". Semanario Brecha, Montevideo, 12-3-10.

3) Ibid.

4) Ana María Rivas, "Voluntariado, Sociedad Civil y Militancia". Ed. Acción Cultural Cristiana, Madrid, 2002.

5) Manuel Freytas, "Hambre". IAR-Noticias (http://www.iarnoticias.com/2010)

6) Para Stefaan Declercq, director ejecutivo en Bélgica de la organización humanitaria internacional Oxfam: “la responsabilidad social que pregonan las grandes empresas del mundo es un fenómeno cosmético pues regalan lo que les sobra, en lugar de hacer un cambio de fondo en la manera de producir y comerciar. Las empresas quitan con una mano lo que dan con la otra, y muy pocas veces se cuestionan las condiciones de trabajo de los productores que las abastecen desde América Latina, África y Asia, de las que son corresponsables”. Encuentro internacional de Oxfam en México, 29-3-2010.

7) En agosto de 1935, Alexei Stajanov minero del Dombass, extrajo una suma récord de carbón. El régimen stalinista convirtió el logro en uma política de recompensación a los trabajadores "habilidosos y abnegados", pues la eficiencia era uno de los objetivos del Segundo Plan Quinquenal. El estajanovisno pronto derivó en una nueva forma de “shock laboral” por el cual los obreros meritorios que excedían su cuota de producción eran recompensados com bonificaciones en su paga, mercancias, mejor vivienda e incluso ascensos a puestos administrativos (en especial en la policía política). Para la burocracia stalinista, el estajanovismo era una manera de elevar las normas de producción, mantener a raya el sueldo básico y hacer que los trabajadores dependieran cada vez más del trabajo a destajo. Las claves del estajanovismo eran la productividad (sobre-trabajo), la eficiencia y el mérito.

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